A amargura de la desconcertante prohibición de la suscitación de corriente de su descendientes, Miguel sueña con convertirse en un intérprete valentísimo como su deidad, Ernesto de la Cruz. Desesperado por manifestar su luces, Miguel se encuentra en la asombroso y colorida Tierra de los Muertos siguiendo una misteriosa andana de eventos. En el línea, se encuentra con el agradable y aprovechado Héctor. Juntos, realizan un delirio desmedido para exteriorizar la parábola cierto detrás de la parientes de Miguel.